Las calles se llenaron de palomas muertas. Caminábamos sin saber qué hacer. Buscando algo, creo. Comida, tal vez, o leña seca. A veces oíamos gritos bajo los escombros y Carla me decía que hiciéramos silencio, que respetáramos su descanso. ¿Te gustaría salir y encontrar esto?

Vimos una paloma que se arrastraba sin un ala. («¡Mi ala, dónde está mi ala!») Vimos varias decapitadas y otras descuartizadas, licuadas por el impacto. Carla me preguntó si las palomas nos verían igual. ¿Cómo igual?, le dije. Así, como ellas, me respondió. Perdidas.

Seguimos caminando.