
Vimos una paloma que se arrastraba sin un ala. («¡Mi ala, dónde está mi ala!») Vimos varias decapitadas y otras descuartizadas, licuadas por el impacto. Carla me preguntó si las palomas nos verían igual. ¿Cómo igual?, le dije. Así, como ellas, me respondió. Perdidas.
Seguimos caminando.