Pocos días después del bombardeo, Carla regresó de una de sus exploraciones por el barrio con el panadero. Había perdido a su hija y a su gato. Estaba decaido. No paraba de llorar.

Cuando Carla hablaba con el panadero se ponía muy triste. Me hablaba de la niña. ¿La recuerdas? ¿Recuerdas a la niña? Siempre estaba sentada en la puerta por las tardes. ¿Estas seguro de que nunca la viste?

A veces salían a pasear juntos.

El panadero le enseñó dónde había enterrado a la hija. En el parque.

Carla lo llevó hasta nuestro mirador.

Carla decía que desde el mirador la ciudad no había cambiado. Desde allá seguía siendo la misma mole gris inabarcable.