Aquí cayó la primera. Sobre la casa de paredes moradas y techo de eternit. Y también la segunda. Nunca entendimos de dónde llegaron ni por qué. No son cosas que importen en estas circunstancias. No hubo tiempo para nada. Simplemente cayeron e hicieron lo que saben —lo que deben— hacer.

Cuando Carla oyó las explosiones salió al balcón, me llamó, y dijo que teníamos que verlo de cerca. Yo le dije que estaba loca si pensaba que iríamos a ese lugar. Carla dijo que no teníamos elección: Si Mahoma no viene a la montaña, la montaña viene a Mahoma.

Entonces escuchamos la tercera explosión. Nos sumergimos en su impacto. La montaña había llegado.

Pronto perdimos la cuenta de las bombas.